“Ése es su problema, no el mío”
“Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
Hace poco leí una fábula titulada “Hay una ratonera en casa”, cuyo argumento resumidamente lo comparto. Se trata de lo siguiente: Cierto día, un ratón que husmeaba desde el agujero de la pared, observó al granjero y a su esposa que abrían un paquete. El roedor quedó aterrorizado al descubrir que se trataba de una trampa para ratones. Entonces fue corriendo al patio de la granja a advertir al resto de colegas animales. Lamentablemente no logró conmover a ninguno de ellos; por ejemplo la gallina le dijo: “una ratonera es un problema para ti, no para mí”; la oveja mencionó que nada podía hacer al respecto; y, la vaca, señaló igualmente que dicha ratonera no representaba ningún peligro para ella.
Llegada la noche, algo cayó en la trampa. La esposa del granjero corrió a ver de qué se trataba, pero como estaba oscuro, no pudo ver que la ratonera había atrapado la cola de una serpiente venenosa, y por lo tanto no pudo evitar ser mordida por el reptil. Ventajosamente el granjero llegó a tiempo para darle los primeros auxilios a su consorte, y luego, por recomendación médica, decidió prepararle un buen caldo. Así es que procedió a matar a la gallina. Al siguiente día , para alimentar a los amigos que iban a visitar a la paciente, sacrificó a la oveja; y finalmente para pagar los gastos que le generarían la hospitalización y compra de medicamentos, vendió la vaca al camal. Ese fue el triste final de la apática gallina, la apática oveja y la apática vaca.
Amigos, amigas: muchas veces los humanos nos mostramos indiferentes y apáticos ante los problemas y necesidades de los demás, negándonos a prestarles ayuda, por considerar que a nosotros no nos afectan en lo mínimo.
Me pregunto : ¿Qué hubiera pasado si Jesús , por su condición de Hijo de Dios, hubiese adoptado una actitud de orgullo, de apatía o indiferencia, colocándose en un nivel inalcanzable para con el resto? … Pero no fue así, pues para hablar con el Maestro, no había que sacar cita o audiencia, ni había necesidad de llevar oficios o recomendaciones. El único requisito era buscarlo, acercarse, pedir y creer. De esa manera: sanó enfermos, consoló agobiados, expulsó demonios, predicó a los necesitados; aplacó el hambre y la sed de multitudes…
Entonces pidámosle al Señor que nos provea un corazón de siervo, para dejar de ser indolentes ante los conflictos del prójimo. Hay tanta obra por hacer en el mundo, que nos faltará vida para ayudar, pero siempre podemos empezar por algo, quizá por lo más cercano: el familiar, el vecino, el compañero de trabajo, los amigos de nuestros hijos… Enfermedad, violencia intrafamiliar, pobreza, drogadicción; desempleo… son parte de los fenómenos que se dan cerca de nosotros y que esperan de nuestra intervención para ser superados.
No olvidemos que el mundo no solo anda mal por la maldad de los malos, sino también por la apatía de los buenos.
Precisamente la Palabra del Señor nos manda a amar a nuestros semejantes, pero amarlos no solo es proclamarlo, sino practicarlo con hechos. También menciona : “… el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mateo 20: 26,27,28) .
Autor: William Brayanes
Escrito para www.mensajesdeanimo.com
¡HERMOSA REFLEXIÓN!
BENDICIONES,
BRENDALIZ
Una excelente moraleja. Tiene razón, también con la apatía nos convertimos en cómplices de lo malo que hay en el mundo.