Los dos partes mortuorios
“El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor”.
(1 Corintios 13.4-5)
Con suma curiosidad leía recientemente dos partes mortuorios publicados en el mismo diario y fecha, aunque en distinta página. Ambos partes tenían por objeto -conforme la costumbre- invitar a la ciudadanía a una ceremonia religiosa por el fallecimiento de un respetable ciudadano. La diferencia era que la una nota mortuoria estaba firmada por la esposa y tres hijos del fallecido; mientras que la otra nota, era suscrita por los padres, tíos, primos y un hijo fuera de matrimonio del extinto.
Aparentemente ambas publicaciones cumplían con una buena intención por parte de los deudos, respecto al difunto. Es más, las dos culminaban con la conocida frase: “Paz en su tumba”. Sin embargo era fácil entender que en tal familia existía separación o división, producidas seguramente por resentimientos insuperables.
Luego de leerlas me preguntaba y aún me pregunto: ¿Cómo podemos anhelar “paz” para un familiar que ha partido, si los deudos que quedamos acá, no conocemos tal paz por estar llenos de resentimiento? ¿Acaso no sabemos que donde hay resentimiento, hay orgullo; y donde está el orgullo, no está el perdón, y donde no hay perdón, no puede haber amor?
Querido amigo y amiga, no permitamos que cualquier sentimiento negativo con nuestro prójimo se enraíce en nuestro corazón, al punto de que ni siquiera a la hora del dolor, del desastre, de las grandes pruebas, seamos capaces de reaccionar, perdonando, cerrando viejas heridas.
Que no nos vaya a tocar en la defunción de un pariente, ser parte de la lista A de familiares, que rivalizan con la lista B, entrando absurdamente a confrontar cuál de las dos tiene mayor poder de convocatoria, mayor piedad, mayor amor, o mayor aceptación ante los ojos de Dios.
La Sagrada Escritura dice que de nada sirve: hablar en lenguas humanas y angelicales, tener el don de profecía, entender todos los misterios, o poseer todo conocimiento y fe, si nos falta amor, y que sin amor no somos nada. (I. de Corintios 13: 1-4)
Autor: William Brayanes
Escrito para www.mensajesdeanimo.com