Sol@ porque quiero…
En ocasiones me ocurre que he querido correr hasta Groenlandia sin que nadie me persiga para experimentar la maravillosa sensación de tranquilidad y de que nadie me conozca, por lo tanto, no espera ni demanda nada de mí. No espera que esté siempre con un rostro radiante, no espera que responda bien, no espera que siempre acierte ¡porque nome conoce! La búsqueda de esa sensación me acompaña al menos una vez al año. El resto del tiempo no se me vuelve a cruzar por la mente y no me atormenta en lo más mínimo pensar en que saldré a la calle y sin duda a más de alguien saludaré porque lo conozco de algún lugar.
Es curioso lo que ocurre cuando queremos estar solos. Por una parte, sentimos casi un ahogo físico por el deseo de estar en otro lugar, de preferencia muy, muy lejos de donde estamos y sin tener contacto con nadie que nos recuerde nuestras responsabilidades y compromisos; sin embargo, por la otra parte, cuando conseguimos el estar solos en la punta del cerro (lugar al que deseamos irnos en más de una ocasión) nos sentimos solos y desearíamos que alguien nos acompañara, no sabemos bien para qué quisiéramos que nos acompañaran, pero sí sabemos quién quisiéramos que estuviera al lado nuestro en la punta del cerro. Ahí descubrimos quiénes son las personas claves de nuestras vidas.
Cuando, metafóricamente hablando, estamos en la punta del cerro pareciera ser que todo se ve desde una perspectiva distinta, el salir de nuestro lugar habitual, el ser capaces de recorrer un lugar nuevo, o al menos respirar otro aire nos desconecta, pero a la vez nos conecta con lo esencial, con aquello que no podríamos tener lejos de nuestra vida, por más agotados o demandados que nos sintamos, ese “algo” o ese “alguien” no puede estar ausente.
En varias oportunidades, cuando nos sentimos profundamente solos y efectivamente lo estamos, ha sido porque nosotros lo hemos escogido. Así es, nosotros hemos decidido estar solos, ya sea porque no hemos cultivado relaciones profundas con las demás personas, porque hemos alejado con nuestras actitudes y carácter a personas que estarían dispuestas a acompañarnos si se los permitiéramos, o porque no hemos pedido abiertamente que nos acompañen. Sea por la razón que sea, estar solo o sola es una decisión, y sea que la tomemos consciente o no, pasa por nosotros.
No sé si piensas lo mismo que yo, pero creo que no quiero volver a sentirme sola, y ante la soledad que sin duda en algún momento sentiré, pediré compañía, pediré que alguien me tome de la mano cuando quiera irme a la punta del cerro y cuando esté en la punta del cerro…aunque me acompañe en silencio y sus palabras no aquieten mi corazón, no importa, su presencia será suficiente. Cada vez que me sienta sola le pediré a Jesús que tome mi mano, que me permita recostar mi cabeza en su pecho, para sentir el latido de su corazón y descubrir que Él es tan humano como yo y sintió lo mismo que yo, y claro que lo escogió, porque su forma de ser en la tierra alejó a muchas personas de su lado, pero acercó a infinitas más, y lo sigue haciendo hasta la eternidad.
Jesús, que cada vez que nos sintamos solos, aunque lo hayamos escogido así, acompáñanos y aquieta nuestro corazón, que cuando bajemos de la punta del cerro a la que nos fuimos, Tu amor, Tu comprensión y Tu contención nos acompañe en cada paso que demos. Tú eres nuestra perfecta compañía, porque si hay alguien que entiende de soledad, ese eres Tú.
Y como dice una canción popular, Jesús, acompáñame a estar sol@…
Autora: Poly Toro
Escrito para www.mensajesdeanimo.com