En el momento en que estoy escribiendo, cientos de vidas se van extinguiendo. Tengo en total conocimiento la vida de dos personas que en este mismísimo instante están luchando contra una enfermedad devastadora que les impide vivir de la manera en que tú y yo lo hacemos. Cuando nos enfrentamos a esta realidad y no nos pasa de largo, es inevitable tener que realizar algunos ajustes en nuestra propia visión de la vida y de la muerte.

Hasta antes de encontrarme con la muerte cara a cara, me parecía atemorizante y hasta un castigo. Pensar en que alguien a quien yo amo deje de estar presente físicamente y se transforme en una seguidilla de recuerdos me parecía insostenible e insoportable, hoy soy capaz de verlo de otra manera.

Hace varios meses atrás conversaba con alguien sobre este tema y entre lágrimas me podía dar cuenta que mi relación con la muerte pasó de ser “es complicado” a “está comprometido con”, porque me di cuenta de mi alto compromiso con la vida. Es cierto, lo invariable es que todos algún día moriremos, dejaremos de ostentar este cuerpo de carne y hueso (algunos más carne, otros más hueso) y daremos nuestro último aliento de vida. No obstante, me parece necesario prepararnos para ese momento, tanto para cuando llegue el minuto de partir de quienes amamos, como el nuestro. Y se me ocurre que una buena manera de hacerlo es disfrutar la vida, sacarle partido y aprovechar cada instante, y cuando no me den ganas por mí, hacerlo por quienes que pese a que se aferraron a la vida, no permanecieron entre nosotros.

Cuando pienso en lo anterior se me ocurre la oración que lleva por título este devocional: “Honrar la vida con mi vida”. La palabra “honrar” viene del latín  honorāre  que quiere decir respetar a alguien,  enaltecer o premiar su mérito y dar honor o celebridad. Por lo tanto, honrar la vida con mi vida es respetar lo que soy y lo que hago, enaltecerla a través de actos extraordinarios como desarrollar mi empatía o la capacidad de ayudar a otr@s que necesitan de mí, es celebrar aquello que puedo hacer por el simple hecho de poder hacerlo.

Bien sé que no es fácil hacer de tu vida una fiesta todos los días; existen días en que la actitud fiestera parece que se alejó de nosotros, que a alguien se la prestamos y no nos la devolvió, pero si te fijas bien está donde mismo la dejaste, en el mismo sitio para irla a buscar y para que la honres por ti, por quienes quisieron y no pudieron.

Nuestra vida es un precioso regalo, no es infinita, pero nos llena de infinito recuerdos; tal vez no siempre nos agradará de la manera en que las cosas se dan, pero a través de lo que hacemos con eso también la podemos honrar aprendiendo a tomar decisiones oportunamente, aprendiendo a correr riesgos.

Vive cada día honrando la vida con tu vida. Vive cada día intensamente, por ti, por quienes quisieron hacerlo con todas las fuerzas de su corazón y no lo pudieron hacer, les faltó tiempo. Algún día alguien honrará la vida con su vida por ti, tal como lo hizo un día Jesús por ti y por mí.

¡Adelante!

Autora: Poly Toro

Escrito para www.mensajesdeanimo.com