Como ciertas chirimoyas

Como ciertas chirimoyas

como ciertas chirimoyasUna de las grandes contradicciones del ser humano es   la falta de  coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos,   entre la teoría y la práctica, en el discurso y la acción. Esto es :  decimos una cosa, pero hacemos lo contrario; no vivimos lo que predicamos; hablamos  sobre  humildad, mientras  vivimos en  opulencia;  aconsejamos mantenernos sobrios,  pero en secreto nos embriagamos;  disertamos  a favor de la  moral, de las sanas costumbres, mas   llevamos una   vida  doble, secreta;  en público aparecemos: cordiales,  humildes, generosos y pacientes , pero puertas adentro de nuestro hogar, sitio de trabajo o de estudio,  resultamos:  ser orgullosos, deshonestos,  intolerantes, agresivos…

Si somos  comerciantes, a lo mejor  adulteramos  los productos o especulamos con los precios;  si somos jefes, quién sabe  no estamos tratando ni pagando correctamente a nuestros  trabajadores; si nos desempeñamos como  maestros, guías o  líderes, tal vez  no estamos dando buen ejemplo a los chicos; si somos hijos, quién sabe  sentimos  vergüenza de  nuestros mayores y no los honramos debidamente; si somos cristianos, posiblemente nuestro testimonio de vida no es el que pide Dios.  En suma, resultamos  como esa fruta que en  nuestro país se llama chirimoya, la misma que en cierto estado de madurez  se muestra apetitosa por fuera, pero está llena de gusanitos   por dentro.

Amigos, amigas, no es difícil entender que si nuestra palabra no está respaldada por nuestras acciones, resultamos  ser una   combinación especial entre  fariseos,   politiqueros, demagogos y religiosos, a quienes en su oportunidad, Jesucristo ya  les haló las orejas por repetidas ocasiones. Una de ellas al decirles en su cara:

Ay de vosotros  escribas y fariseos hipócritas! que sois como sepulcros, que no se ven, y los hombres que andan encima, no lo saben  (Lc. 11: 44).    

Interesémonos entonces,  por ser auténticos, transparentes, y coherentes de tal manera que dentro  o fuera, en secreto o en público, donde estemos o vayamos,  nuestros actos respalden nuestras palabras.   Alguien decía que los humanos somos realmente tal como nos mostramos en la intimidad de nuestra habitación. Tiene razón, pero Jesús tiene un definición más contundente al decir : “Por sus frutos los conoceréis”. (Mateo 7: 16).

Autor: William Brayanes

Escrito para www.mensajesdeanimo.com



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