Comuníqueme con mis padres

Comuníqueme con mis padres

comuniquemeEn cierta ocasión,   Alberto y Manuel, quienes eran excelentes amigos, se encontraban platicando, sobre el tema de los padres.  Alberto decía:    -“Todos los días mis padres me hablan por teléfono, pero siempre me llaman cuando estoy más ocupado; siempre me piden que vaya a visitarlos, que quieren verme y charlar un rato conmigo. Ellos no comprenden que   ando siempre   con el tiempo justo,   que tengo que solucionar tantos problemas  en la oficina, en la casa, mi mujer, los niños, los compromisos… en fin, tú sabes…
Asimismo cuando me decido ir a su casa, siempre me cuentan las mismas cosas, una y otra vez; me tratan como si todavía fuera un niño. ¿No te pasa a ti lo mismo?

  “Pues la verdad, yo sí platico mucho con mis viejos –contestó Manuel-  Cada vez que estoy triste voy donde  ellos. Si algo me sale bien, busco la forma de sacarme un tiempo para   compartirles mis alegrías. Cuando me siento sólo, estoy con problemas y necesito fortaleza, acudo a ellos y me siento mejor…”.

-¡Caray! -dijo Alberto- se ve que tú si eres un buen hijo…”.

-“No Alberto, no… qué más quisiera… yo visito a mis padres en el cementerio,  y hablo con ellos desde mi imaginación, pues  murieron hace algunos años. 

Minutos después los amigos se despidieron. Alberto, ya de regreso  iba meditando en las palabras de su amigo. Al llegar a su oficina y antes de empezar con sus actividades cotidianas, le dijo a su secretaria:

-“Señorita: Deje cualquier cosa de lado, haga todo lo posible y comuníqueme de inmediato con mis padres por favor.  …”.

Queridos lectores:  Cuántos hijos hemos vivido y otros  viven aún,  aquel adagio que dice: nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde?.

Y es que muchos aún no comprenden que la palabra amorosa, el abrazo afectivo, el ramo de flores, la tarjeta amable,  el mensaje de  consuelo, la visita personal… en fin, esos detalles que parecen cursis, pasados de moda,  deben ser llevados a cabo  oportunamente, sin esperar   un  tal mañana,  que quizá no llegue jamás, porque la existencia del hombre es efímera, fugaz.

¿Y tú hace cuánto que no has “tenido tiempo” de compartir con los tuyos?

 El hombre es como la  hierba;

sus  días florecen como la flor del campo:

sacudida por el viento, desaparece sin dejar rastro alguno”.

(Salmos: 103:15,16)

 

Autor: William Brayanes

Escrito para www.mensajesdeanimo.com



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