¡Eres mi escudo!
A veces pareciera que se nos olvida que somos propiedad del Señor, que le pertenecemos y que por ende Él tiene cuidado de nosotros, nos protege y nos ayuda.
Y es que a veces a consecuencia de los malos momentos que estamos experimentando, se nos olvida lo que Dios puede hacer en nuestra vida, cómo que minimizáramos el poder de Dios y le diéramos más valor a los problemas que estamos enfrentando que a la capacidad de Dios para solucionarlos.
El rey y salmista David conoció muy bien a Dios en su faceta de escudo, David reconoce en varios de sus salmos que Dios es su escudo y por eso escribió algunos de los siguientes salmos:
“El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi salvador;
mi Dios es mi roca, en quien encuentro protección.
Él es mi escudo, el poder que me salva
y mi lugar seguro.”
Salmos 18:2 (Nueva Traducción Viviente)
“Dios es mi escudo, quien salva a los de corazón recto y sincero.”
Salmos 7:10 (Nueva Traducción Viviente)
“El camino de Dios es perfecto.
Todas las promesas del Señor demuestran ser verdaderas.
Él es escudo para todos los que buscan su protección.”
Salmos 18:30 (Nueva Traducción Viviente)
“El Señor es mi fortaleza y mi escudo;
confío en él con todo mi corazón.
Me da su ayuda y mi corazón se llena de alegría;
prorrumpo en canciones de acción de gracias.”
Salmos 28:7 (Nueva Traducción Viviente)
A David el hecho de reconocer que Dios era su escudo le daba la seguridad de que todo iba a estar bien. En pocas palabras la fe en Dios, la confianza real que tengamos en su protección nos ayudará en esos momentos difíciles en donde creemos que tenemos pocas probabilidades de vencer, pero la confianza en Dios hace que esas pocas probabilidades se conviertan en las necesarias que Dios utiliza para dar respuestas perfectas a situaciones difíciles.
Hoy te pregunto: ¿Quién es tu escudo?, ¿En quien está puesta tu confianza?, no te dejes amedrentar por las circunstancias difíciles que posiblemente te estén rodeando, en su lugar confía plenamente en el poder de Dios, confían en su capacidad para solucionar los problemas que a nosotros nos parecen imposibles de resolver y entonces comenzarás a ver mejores resultados de los que tu mente puede imaginar.
Cuando hacemos de Dios nuestro escudo, no importa el ataque que venga contra nosotros, porque su poder es infinito y hace que el mayor ataque se convierta en nada, pues Él es experto en batallas y nunca ha perdido una.
¡Has de Dios tu escudo!
Autor: Enrique Monterroza
Escrito originalmente para www.destellodesugloria.org