¡A sus marcas, listos, ya!
Un día de enero del año 2009 reafirmé mi compromiso con Jesús. Tenía diez años cuando Dios me buscaba y pasó alrededor de siete para que yo me decidiera caminar junto con él. Hasta el día de hoy recuerdo lo hermoso, bello que fue mi enamoramiento con Dios.
Aún recuerdo que con apenas dieciséis años clamé lo más fuerte que pude, le pedía que hiciera un milagro, milagro que necesitaba se hiciera efecto en mi vida. No creo poder olvidar las palabras que salían de mi boca y lo mucho que pedía. Al poco tiempo Dios lo hizo.
Desde aquel momento la biblia se convirtió en el libro que llevaba a dormir y cuando alguna pesadilla me asustaba, era ella a quien me abrazaba y dormía tranquilamente.
Aun recuerdo las sabias palabras de mi abuelita que como una persona que ha encontrado un tesoro le dice a su nieta que ella también puede disfrutar de aquel precioso oro.
Como poder olvidar las canciones que ella escuchaba y que hace poco cantaba recostando mi cabeza en la ventana del autobús.
Recuerdo también que al cumplir los veinte me alejé de Dios pero lo que nunca voy a olvidar es aquel pensamiento que pasó por mi cabeza minutos antes de darle la espalda a Dios.
“¿Y Dios, ya no seré su hija? ¿Estoy renunciando a él? ¿Todo lo que planee junto a él ya no será posible, ¿qué va a pasar ahora?” Y luego me alejé
Volví a él muy avergonzada y herida, así como el hijo pródigo, yo regresé a la casa de papá, quien nunca me juzgó, quien nunca me dio la espalda sino que abrió los brazos tan pero tan ampliamente para colmarme con su amor y cada lágrima que derramé por mis errores él secó.
Recuerdo que en ese mar de llanto un día él trajo a mi memoria la oración que yo solía hacer a los diecisiete años:
“Señor, te pido por favor que nunca pero NUNCA SUELTES MI MANO, por favor nunca te separes de mí, quiero que siempre estés conmigo,”
Cuando recordé las palabras que solía decirle en oración, mi llanto fue de felicidad y al mismo tiempo de amor porque no podía creer que a pesar que yo me fui de su lado y solté su mano, él nunca se alejó de mí, ÉL NUNCA SOLTÓ MI MANO.
Ahora tengo veintitrés años, Dios mediante veinticuatro en junio. Y quiero compartir con ustedes que soy feliz, soy la chica más feliz del mundo, en mis venas no solo corre sangre teñida de rojo sino también amor, ese amor que Dios nunca me dejó de dar.
A pesar de mis malas decisiones y errores, estoy aquí viva para contar lo hermoso que es Dios, y lo hermoso que hace mi vida.
Ahora me doy cuenta que no me arrepiento de haber renunciado a lo que tuve que renunciar hace poco, ya que debo confesar me encontraba entre dejarme llevar por mis sentimientos o por mi salvador.
Lo único que tenía en mi mente es que me negaba rotundamente a desagradar a Dios, y si él decía que un yugo desigual no era lo correcto y aunque mis sentimientos y mi corazón deseaban lo contrario, los callé y escuché a DIOS. Me costó, no lo voy a negar pero el gozo que mi Señor después me dio es incomparable.
Querido hermano(a) le animo a que siga en la carrera, no se desanime. Llore si tiene que llorar pero hágalo con una alabanza, cante y sentirá la paz que nuestro Señor da.
La carrera es dura, no lo podemos negar, nos equivocaremos pero también nos levantaremos, renunciaremos a personas, relaciones sentimentales, trabajos, sueldos altos, etc. pero créame que nada, absolutamente nada se compara con la felicidad y gozo que se saborea cada vez que usted y yo decimos.
ESTOY LISTO(A) PARA LA CARRRERA, MI META ES LLEVARME LA CORONA, MI ANHELO ES SER UN VERDADERO CRISTIANO, MI SUEÑO ES LLEVARME EL TÍTULO DE VERDADERO HIJO DE DIOS.
VAMOS. SÍ SE PUEDE, LA CLAVE ES NUNCA RENUNCIAR, NO DARSE POR VENCIDO, LA CLAVE ES SEGUIR, APRENDER, OLVIDAR, Y SONREÍR.
Autora: Estephany Cordova
Escrito para www.mensajesdeanimo.com