¿Yo viejo?…. jha!
“Y aun hasta la vejez y las canas;
oh Dios, no me desampares,
hasta que muestre tu fortaleza a esta generación,
y tu poder a todos los que han de venir. “
(Salmos 71:18)
Nuestra vida está sometida a cambios o sucesos constantes, unos previsibles y otros inesperados. Avanzamos de la cuna a la tumba, de los pañales de niño, a los pañales de viejo; del ascenso al descenso. Lamentablemente no siempre estamos preparados para asumir con madurez emocional tales cambios . Así por ejemplo los varones cuando somos infantes nos esforzamos por parecer adultos; cuando nos preguntan la edad, nos la aumentamos; nos vestimos con la ropa del hermano mayor; sufrimos por dejarnos crecer el bigote, y buscamos involucrarnos en vicios y en romances tempranos.
Una quiebra financiera ha convertido a muchos en seres infelices para el resto de la vida; igual ocurre con un divorcio, la llegada de un hijo con discapacidad, el alejamiento de los hijos mayores; la menopausia en las mujeres, la andropausia en los varones; la jubilación, una enfermedad, o la muerte de alguno de nuestros seres queridos.
Por eso es que cuando el espejo nos dice que estamos envejeciendo, se viene una crisis que nos empuja a demostrar lo contrario. Nos asustan las arrugas, las canas, el vientre prominente, o la falta de cabello. Entonces buscamos afanosamente la manera de disimular esos signos, con tintes, pelucas, tratamientos y aquellas cirugías para agregarnos lo que nos falta, o quitarnos lo que nos sobra.
Cuando nos piden una fotografía para publicarla, enviamos una de hace diez años atrás; probamos todos los menjunjes para detener la caída del pelo, o para que la piel no se arrugue; intentamos entrar en competencia con los jóvenes de la casa; y negamos a toda costa que nuestra potencia sexual esté disminuyendo.
Hay varones que empiezan a soñar con mujeres más jóvenes a ellos, (Me sucedió, y lo reconozco con vergüenza) y de igual manera, mujeres que fantasean con hombres menores. No aceptan ninguna insinuación de que están veteranos o veteranas, e intentan disimularlo vistiendo con la ropa, prestada de los adolescentes.
Cuando el oftalmólogo les aconseja un par de lentes, no acceden; prefieren andar cegatones, o en el mejor de los casos colocarse unos de contacto, porque los otros, les “cargan” de años.
Hay viejitos verdes que buscan estimular la libido con material pornográfico. Es más, buscan en las farmacias los productos que supuestamente les devolverán la lozanía, el vigor y la juventud perdida. No falta quien aún averigua por el elíxir de la eterna juventud…
En fin, aprendamos a aceptar con madurez nuestros cambios; no temamos a envejecer. No intentemos detener el tiempo; adaptémonos a lo que en esa materia se nos viene encima. Madurar no debe interpretarse como humillante, sino como una bendición. Por lo tanto consideremos cada cumpleaños como un regalo de Dios, y por ende como una razón más para estar agradecidos con Él.
Un personaje que nos puede dar una lección al respecto, es el apóstol Pablo. Ojalá alguna vez podamos repetir con él, su declaración: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera; he guardado la fe” (II de Timoteo 4: 7).
Autor: William Brayanes
Escrito para www.mensajesdeanimo.com
Gracias estimado amigo por tu aporte a estas humans situaciónes y también por las sugerencias las tomaré en cuenta