¿A quién pertenece el obsequio?
Cuenta la tradición que había en el oriente un gran samurai que se dedicaba a enseñar a los jóvenes, quien a pesar de su avanzada edad, era todavía capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierta tarde, un guerrero joven, conocido por su total falta de humildad, apareció por el lugar. Su técnica era la provocación: esto es : esperar a que su adversario haga el primer movimiento; y, en base a sus errores, contraatacar velozmente. Según se conocía, jamás había perdido un combate.
Conociendo la reputación del viejo samurai, el joven guerrero salió a buscarlo en la plaza central del pueblo, para desafiarlo, derrotarlo y por consiguiente aumentar su fama.
Una vez que estuvieron frente a frente, el joven peleador comenzó a provocar al anciano: lo escupió en la cara, lo vejó, lo insultó de mil maneras. Todo ello durante horas, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose cansado y humillado, el joven e impetuoso guerrero se retiró.
Desilusionados por el hecho, los alumnos le preguntaron al anciano: -¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanto atropello? ¿Por qué no usaste tu espada, en vez de mostrarte cobarde delante de él y de nosotros tus discípulos?
Entonces el maestro les preguntó: –Si alguien llega hasta ustedes con un obsequio y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio?
–A quien intentó entregarlo– respondió uno de los alumnos.
– Eso es –dijo el maestro- lo mismo se aplica para la envidia, la ira, los insultos. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo.
Queridos visitantes, cuidemos que sentimientos negativos como : ira, soberbia, prepotencia, vanagloria… no se asienten en nuestro corazón, porque a más de esclavizarnos, no nos permitirían tener una buena relación con los demás , mucho menos una relación correcta con el Señor. Pidámosle a Él, que trate con nuestras falencias, que nos reafirme, que nos otorgue un corazón nuevo.
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu”.
(Salmos 51:10-11 NVI)
Autor: William Brayanes
Escrito para www.mensajesdeanimo.com
¡…HOLA…!. ¡…DIOS LOS BENDIGA MUCHO…!. SOY UN HOMBRE DE 67 AÑOS, QUE HACE OCHO AÑOS ME AMPUTARON MIS DOS PIERNAS A CAUSA DE LA DIABETES Y, EL NO PODER MOVILIZARME, COMO ANTES LO HACÌA PARA CUMPLIR CON LAS ACTIVIDADES DE LA IGLESIA, CON QUE MIS PASTORES ME HONRAN, ME HACE SENTIR MUY MAL. YO ME SIENTO INÙTIL, PESE A QUE TODOS ME ANIMAN Y ME DICEN QUE NO ES ASÌ. QUE MI AYUDA EN LOS TRABAJOS ES VALIOSA. LO QUE NECESITO ES ALGÙNA REFLEXIÒN (PREDICACIÒN) PARA LEERLA Y QUE CAMBIE MI SENTIR. DESDE QUE RECIBÌ AL SEÑOR, SIEMPRE TUVE MUCHO TRABAJO, PERO AHORA ME SIENTO MUY LIMITADO. SOY PROFESIONAL DE RRPP Y OTROS TÌTULOS, PARA LOS QUE ESTUDIÈ Y ME RECIBÌ, PARA TRABAJR EN LO QUE EL SEÑOR ME DE, PERO HACE OCHO AÑOS QUE SUFRO AL NO PODEER HACERLO COMO ANTES. ¿…ME PUEDEN AYUDAR…?. NECESITO COMPRENDER Y ACEPTAR MI ESTADO FÌSICO PORQUE SE QUE “DIOS USA LO ORDINRIO PARA HACER COSAS EXTRAORDINARIAS” Y SIEMPRE QUISE QUE CADA TRABAJO QUE HAGA PARA EL SEÑOR, LO HAGA CON LA EXCELENCIA. ESPERO SU CONTESTACIÒN. ¡…DIOS LOS SIGA BENDICIENDO…!. LIC. RAMÒN N. RODAS
Amén Hermano, no soy un Samurai ni tampoco un iracundo, pero me siento muy molesto y nervioso, cuando alguien me falta el respeto, y quiere atropellarme con su intolerancia o soberbia. Hasta ahora lo evite por amor al Nombre del Señor, y su Testimonio. Pero como la carne es débil, tengo como una lucha interna, donde una parte de mi, quiere resumir la situación y la otra, me provoca temor de hacer blasfemar el Nombre del Señor. Finalmente cedo en mi intención negativa y vivo rogando al Señor, que me conceda un espíritu manso y humilde, como el de mi Padre o similar al de mi sobrino, que tiene la fuerza y los músculos de un Tarzán, pero sin embargo es un ejemplo de paciencia y tranquilidad. Me gustaría ser un ejemplo de paciencia y tranquilidad, sin recibir el regalo que me ofrecen u obligan a aceptar. Dios nos bendiga y aumente su paz y tranquilidad en nuestros corazones.