Acéptate como eres
“Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así? “
(Romanos 9:20)
Una de las contradicciones más grandes de los seres humanos, es que siendo hechos a imagen y semejanza de Dios, muchos no están contentos con su apariencia física. No se diga en estos tiempos modernos en que la ciencia y la tecnología ofrecen nuevas posibilidades de rejuvenecimiento, de un cambio extremo como se denomina, tendiente a conseguir la llamada figura “ideal.”
Hoy por hoy mucha gente está decidida a emprender en cualquier cosa, con tal de convertir su ajado cuerpo en un estuche último modelo, tal como lo requiere y hasta le exige la sociedad moderna, en ciertos parámetros.
Es indudable que la apariencia física ha sido antiquísimo motivo de preocupación, quizá desde cuando Adán y Eva se supieron desnudos por la presencia del pecado en sus vidas, y recurrieron a una hoja de parra para ocultar su vergüenza. Napoleón era de baja estatura, pero conminaba a que en sus retratos se lo pinte más alto. Y como él, muchísimos reyes, reinas, cortesanos y más nobles, exigían a sus retratistas que los inmortalicen, pero evitando plasmar sus lados no tan simétricos.
Esta idea desenfocada de la belleza ha hecho que inclusive, a través de afiches, estampas, películas, estatuas, murales, y más, al mundo creyente se nos entreguen miles de versiones físicas del niño Jesús, de Jesucristo Hombre, de María… con cabellos rubios, ojos azules, tez nacarada, al puro estilo Hollywood; alejada de la fisonomía real de los pobladores del Medio Oriente, como corresponde.
En suma, una inmensa población está dedicando su mejor tiempo, energía y dinero, en modificar eso físico que le quita el sueño: nariz, mentón, posaderas, piernas, cintura, pechos… con tal de parecerse al cantante “X”, a la actriz “Y”. Los blancos quieren ser negros; los negros sueñan con ser amarillos; las rollizas, añoran ser esbeltas, y éstas, tener más o menos “cola”… Nadie está conforme: hombres o mujeres, jóvenes o maduros -incluidos creyentes- pasan por el proceso, a cualquier costo. Y si esos tratamientos tortuosos de no comer, o comer y vomitar, no dan resultado, entonces se dirigen al quirófano en busca del implante, del bisturí que recorta, separa, agranda o achica.
Queridos lectores, es cierto que todos estamos obligados a cuidar y dar cuenta a Dios de nuestro cuerpo (su templo), pero eso no significa que debamos auto rechazarnos, por soberbia o vanidad, y salir desesperados en busca de aditivos para aparentar lo que no somos.
Preocúpate de tu apariencia, pero sin permitir que ello se convierta en una idolatría, más importante que el amor a Dios y al prójimo.
El Señor dice en su Palabra: “No mires su apariencia ni lo grande de su estatura, porque yo lo deshecho, porque Jehová no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos. Pero Jehová mira el corazón” (1. de Samuel 16: 7) .
Como obras de Dios que somos, pidámosle sabiduría y discernimiento para aceptarnos en nuestras debilidades, sin ponernos a cuestionar sobre SU diseño al hacernos.
Si eres padre, comunícaselo a tus hijos.
Autor: William Brayanes
Escrito para www.mensajesdeanimo.com
¡Excelente mensaje!
Bendiciones,
Brendaliz Avilés
Que bello mensaje!! Gracias x enviarme son de mucha bendicionpara mi y!!Dios los bendiga tambien!!