Alzo mi mirada al cielo
En los ratos que me encuentro sola en casa, pienso y recuerdo una pregunta que una compañera de escuela me hizo una vez empezando la secundaria. ¿Por qué miras hacia arriba?
Esa pregunta surgió de una clase a la cual se tomaba lección oral y pasé adelante voluntariamente; recuerdo que los nervios me comían, me apoyé en la pizarra, esperé a que el profesor me preguntara. Sabía la respuesta a las preguntas, pero mi temor pasaba por el “pánico escénico” que tenía, pues era otra escuela, otra etapa, un nuevo desafío.
Fueron largos minutos en los que cada vez que el profesor me hacía una pregunta, alzaba la vista al techo, o miraba por la ventana el cielo.
Pasan varios días de aquel suceso y una compañera se acerca y me pregunta el por qué el día de la lección miraba hacia arriba; para ese entonces no supe responderle, porque realmente no sabía por qué lo hacía. Y así pasaron los años y seguía haciendo lo mismo, aún sin saber porqué lo hacía.
Una vez finalizada la secundaria, caminaba por la calle, y alzaba la mirada al cielo, entonces me pregunté:
Además del cielo celeste o gris, del viento, del paisaje que me rodeaba ¿Por qué miro hacia arriba? Antes de iniciar la secundaria había aceptado a Cristo como mi Salvador, y pensé: ¿Será que Él me dará las respuestas que necesito o necesitaba en la escuela?
Con el tiempo encontré la respuesta. El Señor siempre estuvo conmigo, acompañándome y lo seguirá haciendo. El alzar la vista al cielo, o arriba trataba simplemente de encontrar un aliento. Para aquel entonces no sabía; pero el alzar mi vista hacia el cielo era encontrar la paz y la confianza que necesitaba para vencer los temores y la timidez, como el “pánico escénico” que constantemente me invadían.
Alzar la mirada al cielo persistentemente es, también mi forma de agradecer en silencio y con una sonrisa lo que Dios hace por mí. No importa si es de día, un atardecer o de noche, siempre lo hago.
Gracias Señor por darme la fortaleza de vencer y derribar mis obstáculos. Gracias por acompañarme y alentarme en cada paso que doy. Sé que estás, en todo lugar, en el cielo y en la tierra; en todos lados, estás delante, alrededor y detrás de mí acompañándome.
Por: Jésica Andrea
Escrito para www.mensajesdeanimo.com