Bailando con muletas
Ignoro cómo se denomina en otros países, pero en el mío se llama “muleta”. Es una especie de bastón largo, robusto, convenientemente reforzado; que puede llegar hasta el codo o la axila y que consta de una empuñadura en el medio para que el usuario se pueda sujetar firmemente. Es útil para aquellas personas que tienen problemas para caminar con una o ambas piernas, o carecen de una de ellas.
Cuando me accidenté un pie y estuve por un tiempo con la clásica bota de yeso, tuve que andar con un bastón, imposibilitado de poder caminar con una de mis piernas, hasta que estuve en condiciones de apoyar el pie. Tuve la opción de elegir entre bastón o muleta que es más segura, pero el uso de esta última francamente, me aterrorizaba. Haber experimentado esta relativamente breve limitación, aún con la certeza -en mi caso- de que ya en poco más de un mes iba a poder comenzar a caminar normalmente me inspira un profundo respeto hacia quienes no tienen esa opción y deben valerse de muletas por un prolongado lapso de tiempo, algunos inclusive, de por vida. Al momento de escribir esto, y a pesar del largo tiempo transcurrido; afloran en mi mente con extraordinaria nitidez recuerdos y detalles del accidente … como si hubiera ocurrido ayer. Hasta el agudo dolor de huesos rotos, puedo volver a sentir. Creo que Dios, por cuestiones que prefiero reservarme, me enseñó una formidable lección aquella terrible y dolorosa tarde de agosto.
Hay un momento tan fugaz como traumático, de crisis e intenso dolor, durante el que nada podemos hacer para evitarlo. Es esa fracción de segundo cuando se desencadena el evento. Quienes han experimentado un accidente sin importar su mayor o menor gravedad, conocen bien de qué hablo.
Luego sobreviene el trauma. Salir de la crisis o permanecer años, inclusive toda la vida sumergidos en ella, sí depende de cada uno de nosotros.
Días atrás, pude ver en TV a un hombre con una de sus piernas parcialmente amputada… ¡bailando con una muleta! Describirlo podría parecer tétrico, de mal gusto. Verlo moverse con una habilidad y precisión extraordinaria al compás de la música y con una coreografía algo enredada y compleja, una verdadera lección de vida y de superación.
Hoy caigo en la cuenta de que a pesar de que en lo físico puedo caminar normalmente, nunca abandoné ese bastón. Me veo literalmente bailando la danza de esta vida en muletas. No se ven, pero están. Y es que muchas personas andamos por la vida con muletas o bastones, apoyándonos en hábitos, cábalas, supersticiones, creencias infundadas, o haciendo las cosas de determinada manera y no de otra por temor al fracaso o lo que es lo mismo, a la caída. No queremos abandonar viejas formas de ser, de vestirnos, de relacionarnos; nos aferramos a situaciones laborales, personales, familiares, que muchas veces nos hacen daño, prefiriendo la relativa comodidad de una mala situación ante el temor de caer en otra peor, como quien se agarra a un madero flotando en el medio del mar. Como quien anda con muletas teniendo la posibilidad de correr libre por esta vida.
Mis primeros pasos con el pie enyesado y un bastón fueron inseguros y dolorosos. A veces pienso que no han cambiado mucho las cosas desde aquel entonces. Hay para quienes el dolor, el temor y la inseguridad son un hábito de vida.
Ese instante de la situación terrible que desencadenó el actual estado tal vez sí, tal vez no lo pudimos evitar. El hecho concreto es que ocurrió y de alguna manera nos marcó. Pero permanecer en el miedo, la tristeza, el dolor, la inseguridad; definitivamente depende de nosotros.
Por eso anímense mutuamente y edifíquense juntos, como ya lo están haciendo. Hermanos, les rogamos que se muestren agradecidos con los que trabajan para ustedes, los dirigen en el Señor y los corrigen. Ténganles mucho aprecio y cariño por lo que hacen. Y vivan en paz entre ustedes. Les rogamos también, hermanos, que reprendan a los indisciplinados, animen a los indecisos, sostengan a los débiles y tengan paciencia con todos.
(1 Tesalonicenses 5:11-14 BLA)
Autor: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.mensajesdeanimo.com
Gracias a Dios, que tiene corazones dispuestos a dar sus experiencias que nos ayudan a quienes encontramos estas ventanas de amor. Gracias, Dios les bendiga y siga fortaleciendo en el diario caminar