Con el viento en contra
Cuando era niño veía dibujos y representaciones de las famosas carabelas de Colón, navegando los mares con sus velas infladas por el viento y con frecuencia me carcomía la curiosidad y la pregunta: -¿Y qué pasa si tiene el viento en contra?
Pasó mucho tiempo hasta que averigüé que cuando el viento está en contra, los marinos colocan las velas en una orientación tal que el mismo viento provoca un vacío en sentido contrario que “chupa” la vela hacia delante, provocando que el barco avance en lugar de ir hacia atrás.
Hubo un tiempo muy difícil en mi vida. A alguien no le caí bien y pronto hubo quienes creyeron ser los dueños y me querían fuera de ese sitio lo antes posible. Entonces comenzó la estrategia de desgaste y erosión. Todos los días un pequeño acto de provocación, un comentario ácido, una palabra de descalificación, un atentado contra mi autoestima. Literalmente me hicieron la vida imposible. Por largo tiempo viví angustiado y lamentándome haber llegado a ese lugar, por lo que pudo ser y no fue, por haber hallado el viento en contra.
Quien esto escribe, tiene como disciplina de vida, no responder al maltrato. No es porque tenga una autoestima tan baja que crea que me lo merezco, porque sea tan ingenuo como para no poder verlo o darme cuenta de ello, o porque sea tan apocado y tenga miedo de atreverme a enfrentarlo. Es en realidad, por un lado, una cuestión de convicciones. Y es que no se discute con el diablo. Por una parte, es mucho más inteligente que tú; por la otra, tiene mucha más experiencia. Cuando uno se presta a su juego él siempre tiene las de ganar. Lo suyo es precisamente eso: acusar, desacreditar, destruir, maltratar, herir, humillar.
La otra razón por la que no respondo al maltrato es porque lo tomo como de quien viene. Cuanto más hablamos del prójimo –no importa qué tan bien o mal lo hagamos– en realidad estamos revelando mucho más acerca de nosotros mismos, que del otro.
Sin embargo, a pesar de mis convicciones, ya he perdido la cuenta de las veces que regresé a casa llorando, en medio de un intenso sentimiento de amargura, angustiado y frustrado en la presencia de un helado espíritu de orfandad.
No obstante ello, El Señor ha hecho de las circunstancias adversas, justamente el viento en contra que chupa hacia delante las velas de mi embarcación permitiéndome avanzar en lugar de ir para atrás. Hace unos días tuve una productiva conversación con alguien que estaba en condiciones de ayudarme. Pero no fue fácil. Me estaba jugando. Si esa persona interpretaba otra cosa o no entendía bien mi mensaje, o tomaba una postura o decisión adversa, quien iba a quedar en una situación muy precaria y tenía todas las de perder era quien esto escribe.
Entonces, sólo entonces, cuando me puse de pie por sobre las circunstancias, pude descubrir cómo todo ese maltrato que recibí, cuanto peor fue, más me benefició y no había hecho otra cosa que ir situándome en cada vez, una mejor posición.
Hay veces en las que la adversidad arranca las lágrimas de nuestros ojos. Y está bien llorar y derramar el corazón delante de Dios. Esa es justamente nuestra mayor fortaleza.
Y esto os será ocasión para dar testimonio. Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa; porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. …Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.
(Lucas 21:13-19 RV60)
Por Luis Caccia Guerra
Escrito para www.mensajesdeanimo.com