Dios hace cada margarita por separado
“Es probable que todas las margaritas sean iguales, pero no por una necesidad automática, sino porque es probable que Dios haga cada margarita por separado, pero que nunca se canse de hacerlas.” (G.K. Chesterton)
En los años ’60 en plena lucha contra el racismo y la segregación racial en los EE.UU., surgió la figura de Martin Luther King, un pastor bautista de raza negra que recibió el llamado de Dios para luchar contra este flagelo. Fue golpeado y torturado por su causa, pero los progresos, avances, resultados esperados, parecían no llegar nunca. Es más, todo hacía parecer que en realidad, la lucha estaba perdida, que tanto sufrimiento era en vano. Muchos de los que acompañaron a Martin Luther King se desalentaron hasta tal punto que perdieron toda esperanza y lo abandonaron.
Algo parecido ocurrió unos cuantos miles de años antes, en el desierto, con los israelitas que salieron de Egipto con Moisés. Pronto se desalentaron y los lamentos, las quejas y la vuelta a los antiguos ídolos no se tardaron en llegar.
Y es que cualquier salida de situaciones opresivas, no importa cuál sea, de qué se trate; invariablemente resulta ser todo un proceso de éxodo, como lo de Martin Luther King, como lo del pueblo con Moisés en el desierto, como el del joven que se recupera de la esclavitud de las drogas, como la niña o el niño liberados de las tenazas que tenían cautivas sus almitas en el más terrible abuso.
Todo proceso de éxodo, invariablemente tiene una tierra prometida donde fluye leche y miel (Exodo 3:17), pero también media entre la paz y el bienestar venidero, un desierto que necesariamente debe ser transitado, con sus heladas noches y sus quemantes arenas durante el día. Y es que el dolor por la misma puerta por donde entró es por la que tiene que salir. Así es como estamos construidos, así funciona, así es como no nos queda otra opción de conducirnos en este mundo corrupto heredado de nuestro padre natural Adán.
Los astronautas que han permanecido mucho tiempo en el espacio, en ausencia total de gravedad, no importa las rutinas y rigurosos programas de ejercicios físicos que deban realizar, cuando regresan a la tierra deben aprender a caminar de nuevo. Lo mismo ocurre con nosotros cuando hemos estado tan lejos y finalmente regresamos a casa. Muchas veces me he visto sacudiéndome el polvo y llorando el dolor de los golpes y magulladuras de tantas caídas y recaídas. Muchas veces me he visto tambaleando como un niñito, aferrado con todas sus fuerzas a su padre haciendo un enorme esfuerzo por volver a levantarse.
Rechazar esta naturaleza, el proceso que deberemos afrontar, es como ver todas las margaritas de Dios iguales y sin valor. Asumirlo, aceptarlo y ponerse a trabajar en ello, es entender que Dios hace cada margarita por separado y que nunca, nunca, nunca, se cansa de hacerlas. Muchas desalentadoras caídas nos esperan en las calientes arenas del desierto. Muchas noches de angustia, oscuridad, frío y tal vez temor, nos esperan en las heladas noches de ese mismo desierto.
No importa cuántas veces hayas caído y vuelto a caer. Dios hace cada margarita por separado, como una pieza única y nunca se cansa de hacerlas. Dios nos hizo a cada uno de nosotros como piezas únicas y de gran valor. Por eso podemos ser parecidos, pero no hay ser humano idéntico a otro en este mundo. Mientras Dios no se canse de hacer las margaritas, lo que realmente importa, no es cuantas veces hayas caído, sino cuantas veces tengas el valor de volver a levantarte y COMENZAR DE NUEVO.
Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.
(1 Pedro 4:12-13 RV60)
Por: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.mensajesdeanimo.com