Duras lecciones
El sábado 16 de abril de 2016, Ecuador fue sorprendido por un violento terremoto de magnitud 7,8 afectando especialmente a varias ciudades costaneras, y extendiendo a partir de entonces su saldo de muertos y heridos, aparte del infaltable número de desaparecidos, cuyas cifras se pueden conseguir día a día en los informativos públicos.
Creo que la mayoría de ecuatorianos estuvimos confiados en que algo así estaba demasiado lejos de volver a ocurrir en nuestro país, desde el último sismo acaecido en un lejano 5 de agosto de 1949. Esto nos hacía desconfiar más de nuestros volcanes en actividad, que de un supuesto nuevo movimiento terráqueo.
El saldo esta vez, como siempre: muerte, enfermedad, dolor, angustia, desolación, frustración de todos aquellos que en cuestión de segundos o minutos lo perdieron todo, incluyendo la fe y la esperanza por días mejores.
¿La lección? … No solo una; muchas, entre ellas, la de recordar: lo fugaz y frágil de la vida humana; el sabernos simples peregrinos en esta patria llamada planeta; el entender que de nada nos sirve afanarnos por las cosas materiales; y, el recordar que todo le pertenece a nuestro Creador, en quien debemos poner nuestra confianza.
Querido amig@:
Generalmente los humanos nos la pasamos planificando para largo plazo, y así nos perdemos de disfrutar el presente; no aprovechamos la vida para dar lo mejor de nosotros; y no mantenemos una buena relación con Dios. Hasta que llega un sacudón como estos, y…
Les pido por favor oren sin cesar por mi país, por mi gente, por los miles de damnificados de esta catástrofe. Sí, oren, y no solo por la reconstrucción de su situación material, económica y emocional, sino por la parte espiritual, especialmente la de aquellos , perjudicados o no, que no han conocido de Jesús, y que a partir de ahora decidan buscarlo y aceptarlo como Su Salvador.
“¡Y ESO QUE NI SIQUIERA SABEN QUÉ SUCEDERÁ MAÑANA!
¿QUÉ ES SU VIDA?
USTEDES SON COMO LA NIEBLA,
QUE APARECE POR UN MOMENTO
Y LUEGO SE DESVANECE.
(Santiago 4:14)