El amargo sabor de la victoria

El amargo sabor de la victoria

Toda guerra tiene un elevadísimo costo para sus contendientes. Ni hablar de las consecuencias para quienes les toca perderla; pero aún el bando ganador tiene un elevado precio que pagar. Aún cuando las autoridades de este último logren capitalizar un alto rédito político, la erosión económico-financiera y las vidas humanas segadas por la contienda dejan profundas huellas por muchos años. Y esto es válido tanto para ganadores como para perdedores.

En términos individuales a las personas nos sucede más o menos lo mismo. Tenemos luchas, enfrentamos batallas. A veces contra nosotros mismos, a causa de malos hábitos, errores, equivocaciones que hemos tenido que lamentar durante largo tiempo. Otras veces, hemos sido objeto de ofensas, perjuicios, causados por otras personas de nuestro entorno.

En cualquiera de las situaciones, hemos debido tomar decisiones, a veces drásticas. Al igual que el país que reconoce su derrota, con las consecuencias que ello implica, hemos tenido la necesidad de retirarnos del campo de batalla. En ese caso, es “con el amargo sabor de la derrota”. Y es que todas las derrotas son amargas.

Pero hay situaciones mucho más sutiles, que en realidad representan victorias en nuestras vidas, pero que no son tan evidentes como lo sería una derrota. Aunque lo parecen por el intenso “sabor amargo” que nos dejan.

Durante mucho tiempo hemos permanecido con dudas, sosteniendo situaciones, postergando decisiones por no tener las cosas lo suficientemente en claro. Una amistad que promete mucho pero concreta muy poco; un trabajo que nos trae más problemas que bendiciones; la relación con una comunidad que  nos genera más dudas que certezas…

De repente, como decimos los argentinos: “nos cae la ficha”. Algo pasa. O tal vez, tenía que pasar y no pasa. Tal vez percibiste silencio a modo de respuesta; esa clase de silencio que cuando peor estás, más mal te sientes; es silencio y nada más que frío silencio con sutil, solapada, velada ausencia como respuesta. Habida cuenta de que a veces la multitud de palabras también es capaz de esconder silencio y ausencia. O tal vez una respuesta que entre líneas te reveló tanto… mucho más de lo que concientemente creyeron decirte.

Un hecho trae de la mano otro y de repente, literalmente se desnuda toda una serie de situaciones que permanecieron todo el tiempo allí, delante de tus propias narices, sólo que no las veías.

Una máscara cuando cae abruptamente al piso se rompe en unos cuantos pedazos. Hace ruido. Cuando una muralla se derriba, lo hace estrepitosamente, retumba. Cuando esa persona que tantas dudas te provocaba, se dispara en un acto fallido y totalmente inconciente se pone literalmente al desnudo revelándose tal cual es… y descubres qué tan lejos estuvo su corazón del tuyo… provoca tristeza. Cuando se pone al descubierto un mal hábito, algo de ti mismo con lo que has estado tropezando, provoca vergüenza. A veces descubrir algo de uno mismo, puede resultar desagradable, penoso, inclusive triste, además de vergonzante.

Es entonces cuando toda nube de duda se disipa. Cuando esa situación que venías sosteniendo, esa amistad se ponen en evidencia por sí mismas tal cual son; cuando descubres que ese trabajo no es tan productivo ni edificante para ti; cuando te das cuenta de que tal vez haya llegado el momento de buscar y emprender otros rumbos. Es cuando por fin, la luz del sol brilla en medio de tu alma.

No es agradable, uno se pone mal; pero te permitirá tomar con la más absoluta y diáfana claridad y discernimiento de espíritu la mejor de las decisiones. Una decisión importante en tu vida necesaria para avanzar, crecer, seguir construyendo, descubrir salidas, oportunidades y puertas que de otro modo no hubieras podido ver.

Eso es lo que llamo “el amargo sabor de la victoria”.

Si esto es así en tu vida; ¡ANIMO! ¡ESTÁS SIENDO BENDECID@!

Autor: Luis Caccia Guerra

Escrito para www.mensajesdeanimo.com



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2 Comentarios

  1. RICHARD dice:

    GRACIAS POR TUS PALABRAS

  2. macarena dice:

    MIRA ES MUY LINDO LO QUE DICES, PERO CÓMO ME CUESTA APLICARLO, SOBRE TODO CON MI HIJO QUE TIENE PROBLEMAS CON SUS AMIGOS QUE LO FASTIDIAN Y LO HACEN BLANCO PERMANENTE DE BROMAS POR SUS DIFICULTADES INTELECTUALES. VEO QUE LE CUESTA DEJARLOS, PUES SON LOS UNICOS AMIGOS QUE HA TENIDO Y ES MUY TÍMIDO PARA ANIMARSE A LA BUSQUEDA DE NUEVAS AMISTADES.

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