Fotografía
Hace unos días atrás conversaba con mi esposo riéndome porque nuestros amigos de Facebook publican muchísimas fotografías variadas, de sus comidas, de amigos, de actividades que realizan, de paisajes, de cosas y un largo y casi eterno etcétera. Nos reíamos porque no sabíamos si nosotros últimamente habíamos sacado pocas fotos o si ya no las estábamos subiendo a las redes sociales para compartirlas con el cyber mundo. Pensaba que a veces vivimos momentos tan trascendentales en nuestra vida que inmortalizados en una fotografía pueden llegar a producirnos emociones similares a las que nos produjo ese hecho el día en que lo vivimos.
Eso es lo que más me gusta de una foto, que es capaz de inmortalizar un momento y nos da la posibilidad de remontarnos a ese tiempo y espacio, como si realizáramos un mágico viaje por el tiempo. Siento casi una tele transportación cuando veo fotos de mi niñez o de mis amigos de la adolescencia, o de la ciudad en la cual viví muchos años y que siempre recuerdo con nostalgia, me encanta poder “viajar” a ese momento preciso con tan solo observar una imagen. Y no es sólo una imagen, es una imagen que tiene una historia, que tiene “vida”.
Pensando en esto, quise elegir la mejor fotografía que pudiese reflejar el momento en que conocí a quien llenó de sentido mi vida y le dio propósito a mi existencia: Jesús. Han sido tantos los momentos que hemos vivido juntos que me es muy difícil escoger sólo uno, cierro los ojos y se me vienen infinitas imágenes a la memoria todas llenas de emociones y promesas de parte de Él. Pero hay una, hay una imagen en mi cabeza que inunda mi mente y remueve mi interior, que es el momento en que le dije: “Heme aquí, envíame a mí” de rodillas llorando sobre una caja de cartón en un Campamento de Jóvenes que realizamos en el verano, esa imagen no puede salir de mi retina, y no puede salir tampoco porque en otro pedazo de cartón, a mi lado y en la misma condición física y de entrega a Dios, estaba quien en ese entonces era uno de mis mejores amigos y hoy es mi marido…no puedo olvidar esa escena, y cuando olvido lo que Dios ha hecho, cuando olvido lo que Él me dijo, vuelvo a ese cartón, vuelvo a esa noche y a ese sentimiento tan profundo que me transformó por completo.
Creo que todos deberíamos tener una fotografía que nos permita “sobrevivir”. Muchos soldados cuando se iban a la guerra llevaban la fotografía de sus amores porque éstas les daban fuerzas para luchar y la esperanza de sobrevivir, bueno, nosotros también somos soldados de Cristo y también enfrentamos batallas peligrosas y duras, también necesitamos una fotografía, una imagen que nos traslade y reencuentre con el dador de nuestra vida, con quien nos escogió desde antes de la fundación del mundo.
Si aún no tienes una fotografía con Jesús te invito a tomártela, esta foto te durará TODA la vida, nunca se deteriorará y siempre te acompañará para recordarte quién eres y el precio que alguien pagó un día por ti.
Autora: Poly Toro
Escrito para www.mensajesdeanimo.com