La carga por el desierto
Leía un relato de la antigüedad, acerca de un asesino confeso que fue condenado a caminar por el desierto, sin alimento, sin agua, con las manos atadas, y amarrado a sus espaldas el cadáver de su propia víctima, de quien horas antes había matado.
Como es de suponer, muy pronto, la sed, el hambre, el cansancio, más el olor nauseabundo y contaminante que empezaba a provenir de la macabra carga que llevaba a cuestas, volvió insoportable la situación del sentenciado, quien entre gritos de horror y desesperación, infartó, murió…
Esta cruda historia me hizo reflexionar acerca de que -figuradamente hablando- a algunos nos puede ocurrir algo similar en nuestra vida interior: transitamos por una especie de desierto llevando a nuestras espaldas el “cadáver” de antiguos problemas: frustraciones, odios, o resentimientos, heridas no cerradas, perdones no conseguidos, traumas no superados, en fin… recuerdos amargos que permanecen allí, cerca, interponiéndose en nuestra búsqueda de felicidad.
Querido amigo (a), quizá alguna o varias veces, lastimaste o te lastimaron, volviéndote una persona: resentida, negativa y hasta desagradable a tus propios ojos y al de los demás. Posiblemente sea eso lo que desde hace tiempo llevas a cuestas y no te deja avanzar con facilidad hacia una vida plena.
Por experiencia personal, sé que Jesucristo es el único que otorga perdón, paz, sabiduría y dirección; el único que pude desatarnos de todo pesado bulto. Solamente necesitamos acercarnos a Él y pedirle con sinceridad, perdón por el daño que hayamos infringido a otros, y asimismo que nos enseñe a perdonar de corazón, a quienes nos hayan causado dolor. Al ejercer perdón, aprendemos a perdonarnos a nosotros mismos, y eso indudablemente aligera nuestra carga.
De las muchas invitaciones que nos hace Jesús, existe aquella que dice: “Vengan a mí todos los que estén trabajados y cargados, que yo os haré descansar” (Mateo 11: 28).
Autor: William Brayanes
Escrito para www.mensajesdeanimo.com