La escuela del fracaso

La escuela del fracaso

Muchas veces me he lamentado haber fracasado tantas veces y en tantas cosas. A veces he llorado lágrimas de profunda amargura, desesperanza, ante un fracaso. Obviamente, todo lo que emprendí fue con la intención de que fuera para bien, para estar mejor, para crecer. Pero los resultados no siempre fueron así. Es más… en una abrumadora mayoría, el saldo de tan arduo trabajo, de tantas ilusiones puestas en el emprendimiento, terminaron en un rotundo fracaso.

Días atrás, mientras una vez más lamentaba amargamente un nuevo fracaso, leí algo sobre Thomas Alva Edison, inventor de profesión. Patentó más de mil inventos, entre ellos la forma de grabar sonidos para volver a escucharlos cuando uno quiera (fonógrafo) y la iluminación eléctrica (bombillo eléctrico), cosas que durante mucho tiempo disfrutamos. ¡Cuántos fracasos (tantos como inventos) tuvo que enfrentar hasta que finalmente las cosas salieron bien! Difícilmente, Edison y su equipo de colaboradores hayan podido vislumbrar el horizonte y el alcance de lo que legaron a la humanidad, toda vez que sus creaciones aportaron las bases para nuevos y más evolucionados logros tecnológicos como la grabación digital y las lámparas de bajo consumo.

También leí sobre los inventores de la famosa cinta Scotch (®), un invento muy sencillo, por cierto. En realidad habían inventado otra cosa, que resultó un estrepitoso fracaso comercial. Sin embargo, alguien tuvo la “iluminación” de convertirlo en otro producto, tan útil y exitoso como que hoy está presente en una inmensa mayoría de los hogares y oficinas del mundo.

En nuestro país, los fabricantes de bebidas gaseosas habían puesto en una época, premios en el interior de las tapitas de sus productos. Obviamente la mayoría de las botellitas no tenían premio. Pero los especialistas en marketing no se permitieron dejar el silencio como respuesta, ni mucho menos un mensaje negativo como “no ganaste nada” o “este envase no tiene premio”. “Seguí («sigue ») participando”, decían los tapones que no tenían premio.

Esto es como cuando Dios te habla. Los mensajes que escuchas están en un idioma diferente, quieren decir otra cosa. Pero Dios a través de ellos, te muestra cosas, habla directamente a tu corazón y aunque el mensaje “estaba en otra frecuencia” y “en otro idioma”, de repente tu corazón se “ilumina” con ese bombillo potente, con una energía nueva, diferente. Vuelves a escuchar los sonidos grabados y te dicen otra cosa.

En vez de lamentar y desanimarte ante el fracaso; como la gente de 3M(®) con la “luz” de Dios examina cuáles fueron los errores y “sigue participando”. Escucha una y otra vez el “sonido” de Su voz grabada en las Escrituras. Una cinta de enmascarar para automóviles puede convertirse en la Scotch (®) de tu vida.

¡ANIMO! Como en los talleres de Edison, como en las mesas de trabajo de 3M(®); la escuela del fracaso enseña lo que la universidad del éxito no puede hacer.

Autor: Luis Caccia Guerra

Escrito para www.mensajesdeanimo.com



Mensajes que puedan interesarte...

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Automatic Plugins by Web Design