NO ME PIDAS QUE TE PERDONE
“Porque si perdonamos a otros sus ofensas,
también les perdonará a ustedes
su Padre Celestial”
(Mateo 6:14)
Aproximadamente al cierre del año 2010, en Loja ocurrió un trágico accidente que mutiló la vida de una respetable matrona: Ruth Larrea de Ruiz. Como era obvio, el dolor y la indignación fueron los primeros sentimientos que se instalaron en el corazón de sus familiares, pues el atropellamiento había sido irresponsablemente ocasionado por alguien que esa noche circulaba a exceso de velocidad por el sector.
La ciudad se conmovió, y en su momento muchas voces amigas se alzaron para pedir que el suceso no quede en la impunidad, pues se conocía que el presunto culpable había huido. Sin embargo con el paso de los días, la familia perjudicada aclaró públicamente que su fe en Dios y en sus mandatos, no les permitía generar rencor ni venganza alguna, sino más bien perdón hacia quien provocó la muerte de Ruth.
Querido amigo o amiga: el odio es una pasión enfermiza, que como tal nos oprime; nos ata, nos esclaviza , y por lo tanto no nos deja disfrutar de una vida plena.
Por ello -y aunque para la lógica humana, parezca locura- Dios nos manda no solo a perdonar, sino hasta amar a nuestros enemigos. Imposible dirá usted; complicado digo yo, pues no es fácil, ya que de por medio se halla nuestra carnalidad, y nuestro orgullo se resiste.
Sin embargo está claro que debemos obedecer y pedirle a Él, que transforme nuestro corazón, al punto de que éste pueda otorgar perdón, pero no un perdón de labios para afuera, sino un perdón sincero, definitivo e incondicional, igual al que nosotros diariamente le pedimos a Dios, a través de la oración del Padrenuestro.
El apóstol Pablo recomendaba: “No tomen venganza hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: “Mía es la venganza; yo pagaré dice el Señor. (Romanos 12:19)
Autor: William Brayanes
Escrito para www.mensajedeanimo.com