Volar alto es para los pájaros
El centro de nuestra ciudad se distingue por unas cuantas características. Una de ellas es el frondoso arbolado público y los canales que les proveen agua, que corren a ambos costados de las calles.
La ciudad también se caracteriza por edificios emblemáticos que tienen su propia e interesante historia. Uno de ellos, el “Pasaje San Martín”, de gran riqueza arquitectónica y artística, de varios pisos de altura y construido en 1926 como un verdadero desafío en una época en la que nada hacía suponer que en zona eminentemente sísmica, como lo es la ciudad de Mendoza, Argentina, se podría construir un edificio de esas características. Hoy en día, son unos cuantos los emprendimientos edilicios que lo han superado ampliamente en altura.
Pero justamente esta conjunción entre provisión de agua, exuberante arboleda y edificación, ha sido uno de los determinantes de otra de las características de mi ciudad, y es la “fauna urbana” entre la que se destaca la abundante proliferación de palomas. Son tantas las palomitas que viven en la ciudad, que en pleno centro y la peatonal del Km. 0, caminan junto a ti en un día soleado o comen de las migajas que les tiran los niños alrededor de las muchas mesas de restaurant mientras almuerzas.
Para técnicos y profesionales responsables de la seguridad funcional de la ciudad, ya han dejado desde hace mucho tiempo de ser “las simpáticas palomitas”. Hasta tal punto es el problema que su excesiva proliferación ha causado, que la suciedad y la carga que imprimen sobre algunos techos y aleros en muchos casos los pone en riesgo de derrumbe.
Pero entre tanta población, también resulta ser una imagen común encontrar muy temprano en la mañana algunas que yacen en el piso para ya no volver a surcar los aires con sus alas. El ciclo de la vida. Esta imagen y este ambiente hasta hace algunos días, tan común y sin significado, es justamente lo que movilizó la presente reflexión.
En muchas oportunidades me he sentido inmensamente abatido y afligido por causa de algunos de “los que vuelan alto”. Favorecidos por el entorno, crecen, se desarrollan a su manera, llegan alto, muy alto. Los hay quienes sueñan con una posición de poder y privilegio para procurar el bien común, para ayudar a los demás, cosa que desde otra situación tal vez no podrían concretar. Y eso está muy bien. Pero los hay quienes “trepan” alto pisando sueños y cabezas. Y es que es justamente en ese punto donde se conoce a las verdaderas personas que hay en su interior. Dale altura y poder a un ser humano y podrás ver quién es en realidad. Las palomitas en su hábitat son bellas. Sin orden ni control pueden convertirse en un verdadero perjuicio. El entorno que favorece su desarrollo y proliferación es exactamente el mismo.
Esto no es la pretensión de “un palo” para ciertos sectores o personajes. No encuentro necesidad alguna ni me corresponde ocuparme de ellos. Toda la intención desde lo profundo del corazón, es ser un mensaje de ánimo destinado al oprimido, al sufriente, a quien ha sido o actualmente lo es, objeto de dolor y perjuicio por causa de malos liderazgos, arbitrariedades, injusticia, desconsideración, descalificación, ingratitud. No importa el ámbito; si transcurre en una nación, en el barrio, la familia, la iglesia o tu lugar de trabajo o estudio.
En mis años de vida, estoy aprendiendo a esperar en Dios. Qué bueno que nuestra pretendida “justicia” de parte de Dios se tarda un poco (Salmos 86:15; 103:8; 145:8); de otro modo quien esto escribe hubiera sido el primero en sucumbir. Con paciencia, con fe, con certeza, con convicción y con oración, he visto caer, derrumbarse en estrépito, lloros, gritos y lágrimas a tanto “pajarraco” que creyó volar alto por encima de sus semejantes y no se dio cuenta de que lo hacía con “alas prestadas”. Un buen día, el dueño de las alas vino por ellas y sus días de vuelo se terminaron. Como las palomitas muertas que a veces encuentro muy temprano en la mañana. No puedo decir que me causa placer, pero sí, una extraña sensación de expectativa, mientras más “alto” lo veo volar y más daño hacer. Porque sé que los veré caer. No será placentero, insisto; pero mientras más alto los veas volar, más estrepitosa, en medio de quebranto, dolor y lágrimas, será su caída.
Pero esto en realidad, es un doble mensaje. Es también para nosotros, quienes hoy no ostentamos posiciones de “altura” ni de poder y nos toca sufrir las vicisitudes de malas administraciones. Debo confesar que me ha tocado estar desde ambos lados de la vereda. Cuando tuve algo de poder en mis manos, hice mucho daño. Tal vez sin saber, sin darme cuenta, con convicciones equivocadas o porque en ese entonces era demasiado joven. Tal vez mal enseñado, o lo que es peor, “mal aprendido”. Así también me derrumbé. Y es que mientras más alto pretendes volar, más dolorosa puede ser la caída.
Quienes nunca estuvieron en esas posiciones, quien esto escribe tal vez un día tenga una nueva oportunidad; pero entonces deberemos discernir que las alas con las que volamos no son propias, son en realidad “alas prestadas”. No nos pertenecen, son de Dios y no nos corresponde hacer con ellas lo que bien nos parezca ni usarlas para nuestro propio beneficio, sino saber discernir y administrar para la Gloria de Dios.
Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido;
Serán avergonzados los que se rebelan sin causa. Muéstrame, oh Jehová, tus caminos;
Enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame,
Porque tú eres el Dios de mi salvación;
En ti he esperado todo el día. Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus misericordias,
Que son perpetuas. De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes;
Conforme a tu misericordia acuérdate de mí,
Por tu bondad, oh Jehová.
(Salmos 25:3-7 RV60)
Por Luis Caccia Guerra
Escrito para www.mensajesdeanimo.com